Historia

 

Un poco de historia

Una de les bases principales de la pervivencia y el recuerdo de las culturas son sus construcciones arquitectónicas al denotar diferentes niveles de desarrollo y de labor colectiva. Desde la primitiva caverna a las edificaciones más vanguardistas se han transmitido los métodos y fórmulas del arte constructivo, como compilación de todas las artes, buscando la proporción más útil para cubrir las necesidades humanas.

Masonería operativa y especulativa 

Masonería equivale a eso mismo: Construcción. La Masonería que nos ocupa y a la que denominamos “especulativa”, por filosófica, deriva de otra Masonería, denominada “operativa” por arquitectónica, que levantó castillos y catedrales góticas bajo el amparo de los gremios, embelleciendo Europa desde el siglo XI y durante más de seiscientos años.

Los vínculos de unión entre ambas masonerías son los objetivos, herramientas, métodos, costumbres y organización de aquellos gremios medievales que los masones actuales utilizamos como instrumento simbólico para la formación moral, del pensamiento y de la libertad de criterio, al considerarlos como cimiento, medio y objetivo de la realización individual de cada uno y de la Humanidad en su conjunto. 

 

Nacimiento de la Masonería especulativa

Se acepta el 24 de junio de 1717 como fecha concreta del nacimiento de la Masonería especulativa, cuando cuatro logias de Londres decidieron confederarse, formando así la Gran Logia de Londres y Westminster. Están documentados los nombres de las logias y de los personajes iniciadores del hecho, así como el de los locales en que se reunían y dónde estaban situados. De ello puede deducirse la existencia de una masonería especulativa anterior a la fecha antes mencionada, pero no ha quedado constancia ni de los nombres de sus integrantes ni de sus razones para asociarse.

El declive de los constructores operativos

Debido al escaso archivo documental existente, se dan múltiples hipótesis, leyendas y mitos referentes a la gestación de la Masonería especulativa.

Los grandes avances tecnológicos iniciados en el siglo XV (la imprenta, el telescopio, la brújula) así como el contacto con nuevas concepciones culturales, reavivaron la capacidad crítica llevando a cuestionar el dogmatismo de las tesis de la escolástica y las del absolutismo gobernante.

Todo ello desembocó en sangrientos conflictos político-religiosos y en una profunda crisis económica europea y colonial, que se mantuvieron a lo largo del siglo XVII. Su consecuencia inmediata fue la decadencia de la construcción de grandes edificios a la vez que empezaron a aparecer escuelas de arquitectura.

En consecuencia, los gremios de constructores fueron perdiendo hegemonía y permitiendo el ingreso de comerciantes e intelectuales en sus logias operativas en calidad de protectores y mecenas y a los cuales denominaron “masones adoptados”.

El  positivismo y las sociedades de divulgación científica

Paralelamente, a mediados del siglo XVII se crearon sociedades de divulgación científica y tecnológica con la finalidad de estimular y fomentar el intercambio del conocimiento científico más desarrollado: La Royal Society y la Académie des Sciences, entre otras.

El positivismo de las dos corrientes filosóficas imperantes en ese momento (empirismo y racionalismo), que proclamaban la razón como “único medio para la comprensión de la realidad”, sentó las bases de un nuevo movimiento cultural europeo, la Ilustración, que perduró a lo largo del siglo XVIII, también llamado Siglo de las Luces.

Hechos como la secularización del pensamiento, el ideal de paz perpetua ante los conflictos político-religiosos, las corrientes filosóficas positivistas, la búsqueda de la felicidad, el ejemplo de las sociedades de divulgación científica, la Ilustración, los ideales republicanos y la idea de construcción, aplicada tanto al propio individuo como a la sociedad, serán la auténtica matriz que en que se gestará la Masonería actual: la Especulativa.

Llegados a este punto, y antes de continuar con esta crónica histórica, sería conveniente hacer una digresión sobre las dos grandes ramas existentes en el gran árbol común de la Masonería mundial: la masonería anglosajona conocida también como masonería regular, encabezada por la Gran Logia Unida de Inglaterra que es quien otorga la regularidad, y la masonería liberal o adogmática, de origen francés, que nació en el Gran Oriente de Francia.

La masonería Regular

La masonería anglosajona interpreta de manera literal los apartados de las Constituciones de Anderson (1723) donde dice que, para ser admitido en la Orden, hay que ser “Un hombre libre y de buenas costumbres y que El Masón está obligado, por vocación, a practicar la moral y, si comprende sus deberes, nunca se convertirá en un estúpido ateo, ni en un libertino irreligioso”. Por este motivo reconoce únicamente aquellas instituciones masónicas cuyos miembros son hombres y exigen la creencia en un ser supremo y en la inmortalidad del alma.

La masonería liberal

La masonería liberal adogmática, en virtud de la libertad de pensamiento y la realidad social, ha considerado obsoleta cualquier tradición que dificulte el desarrollo de los valores de universalidad y libertad. Por este motivo ha ido adaptando la rigidez inicial de las condiciones de admisión en la Orden, permutando “hombre” por “persona”, sin referencias de sexo, fomentando los valores laicos y proclamando la absoluta libertad de conciencia y de credo religioso.

Las Tres Flores de Lys

La primera logia masónica que trabajó en el territorio español fue fundada en Madrid por el duque de Wharton, el 15 de febrero de 1728, y era conocida como La Matritense y también como Las Tres Flores de Lys. Se situó en el ámbito de la masonería regular, siendo reconocida por la Gran Logia de Inglaterra, y tuvo una vida efímera pues los últimos datos documentados son de 1743. A pesar de ello, la Francmasonería española ha estado encuadrada mayoritariamente, desde el principio, en la corriente adogmática o liberal siguiendo la tendencia generalizada en los países del sur de Europa; y su evolución se ha visto afectada por los intereses de la iglesia católica, la sumisión a la monarquía y la época negra de la dictadura.

Conflicto con el Poder político y religioso

La relevancia intelectual y social de sus miembros así como las reuniones celebradas a puerta cerrada, alertaron a instituciones acostumbradas a participar en todo y a imponer sus directrices tanto en la vida privada como en la pública.

Las corrientes intelectuales de la Ilustración que sostenían que “Los medios para mejorar las condiciones de vida y sociabilidad radican en la razón humana y es mediante ella que deben combatirse la ignorancia, la superstición y la tiranía”, llegaron a las logias y fueron defendidas públicamente por sus miembros; lo cual incomodó a las monarquías y a los poderes fácticos ligados a ellas, que lo manifestaron mediante críticas, prohibiciones, ilegalizaciones y condenas.

No existe ningún otro país donde haya estado presente la Masonería en el que ésta no haya sufrido fuertes presiones por parte de ciertas ideologías políticas o por la influencia religiosa. Incluso en la actualidad la Orden está desterrada de algunos de ellos.

Como consecuencia de la publicación (1738) de la primera condena de la iglesia católica contra la Masonería, la bula In Eminenti Apostolatus Specula del papa Clemente XII, Felipe V de Borbón decretó la entrada en prisión de todos los miembros de la Matritense (1740).

Su real sucesor Fernando VI, el 2 de julio de 1751, siguiendo las directrices de la bula Providas redactada 14 días antes por el papa Benedicto XIV, prohibió la Masonería en todos los reinos de la Corona de España decretó la pena de muerte para todos los miembros probados de la Orden.

Hasta 1808, después de la abdicación de Carlos IV y la subida al trono de José I Bonaparte, no reaparece la Masonería en España, traída por logias itinerantes federadas en el Gran Oriente de Francia e integradas por militares de los ejércitos napoleónicos. La primera confederación masónica española se creó en 1809 bajo el nombre de Gran Logia Nacional de España y, en sus inicios, fue presidida por José I Bonaparte, contando con una nutrida asistencia de políticos y militares franceses formados en el pensamiento ilustrado de las concepciones liberales. Este es el verdadero inicio de la masonería moderna en España que, a partir de ese momento, se desarrolló ininterrumpidamente, alternando épocas de libertad y de persecución durante cerca de 130 años.

En 1813 regresa la dinastía borbónica en la persona de Fernando VII que, por méritos propios, pasó de ser llamado “el deseado” a convertirse en “el rey traidor” por ser el restaurador del absolutismo y la Inquisición a la vez que un prolífico legislador antimasónico. A pesar de sus muchos intentos, no consiguió acabar completamente con la Masonería pero la indujo a actuar en el anonimato y con la máxima cautela.

Esta situación perduró hasta que su hija, la reina Isabel II, fue enviada al exilio a causa de la revolución de 1868, liderada por un francmasón: el general Juan Prim. A partir de ese momento, la masonería liberal española encaró mejores tiempos proliferando las logias masónicas en todo el país.

La restauración borbónica de 1874 supuso un nuevo período de dificultades para la Francmasonería, a pesar que pudo seguir desarrollando sus actividades con un estatus de “libertad vigilada”. Con la crisis que para la Masonería supuso la pérdida de Cuba y Filipinas, fruto de las acusaciones sobre su participación en el proceso de independencia de ambas colonias, el número de masones y de logias se redujo drásticamente y no fué hasta la proclamación de la segunda república cuando la Masonería vivió un período de expansión. Fue notable la presencia de francmasones en las Cortes y en el gobierno de la República.

La represión durante el franquismo

La persecución más encarnizada de la Masonería española y de sus miembros se produjo a causa del levantamiento militar contra la segunda República. Ya desde sus inicios golpistas, el dictador Francisco Franco legisló contra la Orden y ordenó fusilar ciudadanos sobre quienes había recaído la simple sospecha o la acusación de ser masones. En cuanto finalizó la guerra civil (1936-39), y llegó la llamada “victoria”, Franco promulgó la “Ley de Represión de la Masonería y el Comunismo” (1 de marzo de 1940) que llevó, después de simulacros de juicio, a encarcelamiento, tortura y fusilamiento de centenares de personas acusadas de pertenecer a la Masonería. La Masonería española quedó totalmente destruida y muchos masones se vieron obligados a exiliarse a países como Méjico o Francia donde, con el tiempo, se fueron reorganizando las diferentes Obediencias.

Tanto “masonería” como “masón” fueron palabras muy repetidas en la paranoia doctrinal y justificativa del dictador. Como primer ejemplo de ello está el libro de texto escolar del doctor Menéndez Reigada, obispo de Tenerife, titulado Catecismo Patriótico Español, que desde 1939 y durante 16 años fue obligatorio en la enseñanza. En su apartado de preguntas y respuestas, que tenían que ser memorizadas y repetidas como canción por los alumnos, se leía: “Pregunta: ¿Cuáles son los enemigos de España? Respuesta: Los enemigos de España son siete: El liberalismo, la democracia, el judaísmo, la masonería, el capitalismo, el marxismo y el separatismo”. De la misma manera, el dictador repitió en muchos de sus discursos que “Todos los males de la patria provienen de la masonería”, imputándole la pérdida de las colonias, la guerra de la independencia, las guerras carlistas, la caída de la monarquía, el alejamiento de Dios, la existencia de ateos, el advenimiento de la república, el comunismo, el asesinato, los robos, el alcoholismo, las huelgas, etc.

Este desprestigio, emanado desde el poder, se ha perpetuado hasta nuestros días y es uno de los principales motivos de la escasa presencia masónica en nuestro país.

El 20 de noviembre de 1975 murió el dictador y fue reconocido Juan Carlos de Borbón como Jefe de Estado en calidad de rey, según lo que había sido dispuesto por el dictador cuando definió España como un reino (Ley de Sucesión de 1947) y cuando, posteriormente, le nombró como heredero político y preservador del “Movimiento Nacional” mediante un manifiesto público el 22 de julio de 1969. Aunque ello no supuso la ruptura con el régimen, el nuevo rey apuntó, en su discurso ante las Cortes franquistas, hacia una siguiente etapa con mayores libertades y más participación popular.

Aquellos masones exiliados, ya envejecidos, que habían sobrevivido al dictador, divisaron la posibilidad de retornar a España y restituirle su tradición masónica liberal.

En sus memorias, Rafael Vilaplana, que fue el primer Gran Maestre de la Gran Logia Simbólica Española dice: “La noche del 6 de marzo de 1976, en un local de la Rambla unos pocos masones, muy pocos, celebramos con una cena el nacimiento de la primera logia (clandestina) de Barcelona y, creo, de España. El título de aquella logia era Catalunya. Aquella noche, aquellos muy pocos masones, al despedirnos, nos deseamos en voz baja Libertad, Igualdad y Fraternidad”.

La Democracia

El 29 de diciembre de 1978 fue publicada una nueva Constitución Española en el Boletín Oficial del Estado: ¡La democracia había regresado! Aunque aún fueron necesarias dos sentencias del Tribunal Supremo (3 de julio de 1979), para inscribir la Orden en el Registro Nacional de Asociaciones del Ministerio del Interior. La masonería volvía a instaurarse en España después de una larga ausencia de casi 40 años.

Aquella masonería liberal devastada por el franquismo volvió a formarse y a legalizarse en el Gran Oriente Español Unido (1978), en la Orden Masónica Mixta Internacional Le Droit Humain (1979), y en la Gran Logia Simbólica Española (1980).

La tendencia masónica meramente masculina y para creyentes, dependiente de la Gran Logia Unida de Inglaterra, apareció en 1982 con la creación de la Gran Logia de España y se proclamó a si misma como “Única Obediencia Masónica Regular en España, editando listas en las que aparecían nombres de célebres masones españoles, hombres todos, obviando cualquier referencia femenina”.

Intentó, así, escribir “otra” historia de la Masonería española, desplazando a algunos personajes y omitiendo a otros como Rosario de Acuña, Áurea Rosa Clavé, Ángeles López de Ayala, Dolores Zea, Irene Zwonar, Emilia Pardo Bazán, Concepción Arenal, Clotilde Cerdà, Carme Monturiol, Clara Campoamor, Matilde Muñoz, Carmen de Burgos, Aurora Bertrana, Amalia Carvia, Teresa Mañé y tantas otras mujeres que entre 1874 y 1939 actuaron activamente tanto en campos sociales, culturales, artísticos, científicos y políticos como en la masonería dentro de logias del Grande Oriente Español.

Asimismo en 1982 la Gran Logia Femenina de Suiza creó, en Barcelona, la primera logia totalmente femenina en territorio español, la logia Isis, que tuvo una corta vida y una parte de sus integrantes fueron fundadoras, en el año 1984, de la logia Luz Primera que se instituyó bajo el auspicio de la Gran Logia Femenina de Francia y fue el germen de la actual Gran Logia Femenina de España, constituida el 4 de junio de 2005.

Así, pues, en la masonería liberal existen, además de las mixtas, algunas federaciones enteramente femeninas y otras masculinas. Las logias enclavadas en el adogmatismo permiten las visitas de hermanos masones “regulares”, pero no sucede a la inversa.

Hasta aquí hemos dado unas pinceladas históricas sobre la masonería especulativa y la masonería “Liberal y Adogmática” de la que formamos parte.

La propia esencia de los principios que sostenemos y de la tradición de la que venimos se mantiene fuertemente anclada en los ideales de Libertad, de Igualdad, de Fraternidad, de Laicidad y de Tolerancia y, a través de nuestro trabajo, nos conduce a continuar una acción fecunda que favorezca la consecución de la perfección ética, moral, intelectual y social de cada uno de nosotros y de la Humanidad en su conjunto, convirtiéndonos así en arquitectos de un mundo más libre, más justo y más ilustrado.